jueves, 24 de mayo de 2012

FILIPINAS, El Nido – UN PARAÍSO CASI VIRGEN



Durante 8 días descansamos y disfrutamos del paraíso de El Nido.

Sin embargo, esta isla es muy diferente de la mala impresión que nos dejó Manila, la capital de Filipinas. Más allá de que las generalizaciones son malas, la conocida frase “son una manga de ladrones del primero al último” nos venía constantemente a la cabeza, desde que pisamos el aeropuerto de Manila, el 28 de Abril, y se siguió repitiendo en repetidas oportunidades durante nuestra estadía en Filipinas.

En primer lugar, llegamos a Manila, y no teníamos vuelo para Boracay. Fuimos a averiguar a Cebú Pacific, la aerolínea que nos trajo, y salía USD 200 por persona, solo ida, cuando necesitábamos ida y vuelta, y para 7 personas. Era carísimo.

También nos avisaron que podíamos averiguar en Zest Air, que capaz que haciendo una conexión rara, onda, nos bajamos del avión caminábamos 10 cuadras a la derecha y 5 pasos a la izquierda, agarrábamos la balsa que justo iba a dejar tirada el filipino balsero, dábamos 3 vueltas carnero, del cielo nos iban a caer 2 boletos para ir hasta Boracay, y así podíamos llegar a destino.

Para confirmar este hermoso y placentero viaje, teníamos que cambiarnos de terminal en el aeropuerto, porque Zest no está en la misma terminal 1 donde nos dejó el vuelo desde Hong Kong. La terminal 4, que era nuestro destino para esta averiguación, es del mismo aeropuerto por supuesto, pero extrañamente te cobran “only 20 pesitos” para cambiarte de terminal. “Qué Filipinos chorros”, pensamos. En ningún otro aeropuerto te cobran por cambiarte de terminal.

Averiguado este costo, quisimos ahorrarnos la jugada, y arrancamos para los teléfonos públicos de nuestra querida terminal 1. Cambiamos monedas, o sea, teníamos dólares y literalmente le dijimos a la del cambio “dame todo esto de monedas”.

Primero intentamos, y teníamos problemas de conexión, se nos cortaba la llamada, el monedero nos comía la moneda. Cuando finalmente nos pudimos comunicar, le explico al telefonista que necesitábamos 7 pasajes hacia puerto princesa. Me preguntó primero con cuantas personas viajaba, lo cual era ridículo porque ya se lo había dicho antes. Luego me preguntó cómo era mi nombre. “Gabriela Capelli”, le dije ya dudando; no hay que ser grado 5 para darse cuenta que no es necesario decir tu nombre para consultar por una bendita reserva. No le había sido suficiente al filipino, que tuvo que rematarla:”¿Estás casada?” Me pregunta, “¿viajas con tu marido?”. Como a esa altura necesitaba sí o sí los pasajes, amablemente le dije que su pregunta no era necesaria para gestionar las reservas. 

Esto sustituyó a lo que verdaderamente le tendría que haber respondido, que sería algo así como un amable “andate a lavar el c…, filipino pu….!”.
Como me remarcó que había sido un chiste, y luego me dio otro número de teléfono para llamar (al que ya habíamos intentado llamar sin éxito), nos dimos cuenta que volvíamos a estar en foja cero otra vez.

Luego intentamos físicamente trasladarnos hasta la bendita terminal 4. Salimos y nos dijeron que debíamos esperar el bus, que salía “only $20 pesitos”. La gente que estaba haciendo fila, subió, y cuando nos tocaba a nosotros, el guarda nos avisó que esperáramos a que se subieran más mujeres (en ese momento las únicas éramos nosotras). Vino más gente nueva, se subió, y el bus arrancó, y nosotros quedamos como unos boludos mirando al bus irse, atónitos de que el tipo no nos había avisado si podíamos subir, o no. Otra calentura.

Cuando quisimos volver a entrar a nuestra terminal 1, casi que no conseguíamos puerta de ingreso: todas eran para salir del aeropuerto. Allá a lo último encontramos la UNICA puerta de entrada, y volvimos a caminara hacia atrás, hicimos el camino doble. Los policías se sonríen todo el tiempo, los que están en las puertas de los aeropuertos. No sé por qué se sonríen tanto, pareciera que les da gracia que todos te caguen por todos lados si sos turista. Y mucho más divertido claro, si vos sos parte del decorado y no haces nada productivo.

Al final, Fabian se ancló en el mostrador de Cebú Pacific, y conseguimos pasajes para irnos al bendito Puerto Princesa, ya con destino El Nido, dejando de lado la idea de conocer Boracay. Llegaríamos como a las 11 de la noche. Fabiana, Gastón e Ili prefirieron ir a averiguar a Zest, y ver si podían llegar a Boracay.

En este vuelo nos encontramos con la banda de Guille Heineken, y nos alegramos de ser un grupo un bastante más grande, para defendernos mejor entre todos.
La cuestión fue que dejamos la capital de Filipinas, con una amplia y consensuada sensación de “acá nos quieren cagar a todos, huyamos”.

El mal humor no tardó en regresar: cuando nos bajamos en Puerto Princesa y salimos del aeropuerto (léase nos bajamos del avión y caminamos 2 pasos y estábamos arafue), habían entre 18 y 25 filipinos como aves rapaces pretendiendo que le alquiláramos medios de transporte para ir a El Nido.

En el grupo éramos 17, así que negociamos y 2 van nos fueron a buscar después de la cena, a un precio razonable $900 filipinos, unos $450 uruguayos.
El viaje fue surreal: íbamos muy rápido en una carretera que solo tenía curvas, ningún tramo recto, a esto sumale viajar de noche y con niebla. Finalmente llegamos sanos y salvos a las 5 am, a El Nido.

La estadía en la isla fue muy buena: hicimos tours diarios a distintas islas paradisíacas, y disfrutamos de la playa a morir. Descansamos de China que nos había dejado muertos, y nos alegramos al darnos cuenta de que la comida es más occidental: pescados, pollo, arroz, frutas, principalmente mango y ananá.

La isla de El Nido es con casas al estilo Punta del Diablo, con calles de tierra, mucho calor y humedad, con triciclos yendo para todos lados continuamente, que son baratos y la gente se mueve de esa manera.

En el resto de las islas a las que fuimos en tours, no hay infraestructura, solo son para pasar el día, y a lo sumo almorzar con las mesas que llevan en el barco. Lo único que hay en las islas, como la “Snake” y la “Helicopter” es arena blanca, agua turquesa, y palmeras con cocos.

Conocimos mucha gente, entre ellos al capitán del bote que nos llevó a los tours que hasta nos invitó a jugar al básquet con él, deporte que en Filipinas es furor!!
También hicimos amistad con los que trabajaban en el primer hotel que nos quedamos, que nos trataron de primera!! Salíamos del hotel dábamos 5 pasos y estábamos en la playa.

Algunas cosas que nos quedaron en la cabeza después de la estadía es que vimos muchos hombres con mujeres filipinas, siempre mucho más jóvenes que ellos y no se da a la inversa. Al punto que vimos a un loco que una remera que decía “My woman is not cheap”. Hoy comentábamos que las situaciones eran bastantes desagradables.
Otra de las cosas que vale la pena contar es que una persona promedio gana 350 PHP por día unos 175 pesos uruguayos por lo que tienen que tener varios trabajos para poder subsistir, más allá que el nivel de vida no sea caro. Por lo que tienen casas muy humildes y la mayoría de las personas trabaja en servicios destinados al turismo: restaurantes, tours por las playas, comercios, triciclos etc.

En esos días acá más allá de todo esto, nunca tuvimos sensación de inseguridad, y eso que caminamos de noche a las 2 de la matina, anduvimos por boliches, etc.
Hay mucho gay y trabuco en la vuelta, y es más, el único boliche “Asylum” es todo de gays. La noche que fuimos nosotros, minamos el lugar de uruguayos y uruguayas, y cambiamos la jugada, pero la verdad es que algunos varones no querían entrar, porque había filipinos haciendo bailes tipo “frota frota” entre ellos, que miraban y relojeaban para todos lados.

La electricidad es escasa en el nido: se corta desde las 6 am hasta las 2pm. Te levantas sin ventilador y te sofocas.
Los primeros 4 días nos alojamos en Rico’s cottage, unas cabañitas en la playa, con balconcitos que miraban al agua. Levantarse y ver el agua turquesa es excelente.

Sin embargo, los otros 5 días, vivimos la “era Ricardo”, nada recomendable. Ricardo es el dueño de Kalinga Beach Resort, el que alquilamos desde Montevideo, y la cagamos con esa elección. Quedaba lejos del centro, y había que caminar por al lado del cementerio de la isla para llegar. El camino era oscuro y había que llevar linternas, y además las ruedas de las valijas no rodaban porque el camino era como de tierra. Tuvimos que pagarle al chanta de Ricardo para que nos llevara las valijas. Para colmo, la reserva prometía agua caliente. 

La primera noche tuvimos agua, y caliente. El resto de las noches ni siquiera agua fría teníamos. Nos bañábamos con baldes, como podíamos. Además, varios días sobrevivimos sin electricidad, no solo desde las 6am hasta las 2pm, sino todo el día!!! El chanta de Ricardo ni siquiera se acercó a darnos una mísera explicación, y solo nos pedía la tercer reserva de agoda, porque no la teníamos impresa. Un ladrón. Nunca pagamos tanto, por tan poco servicio.  QUE ESTO SIRVA DE RECOMENDACIÓN PARA OTRAS GENERACIONES: NO SE LES OCURRA IR A “KALINGA BEACH RESORT”!!!!

La frutilla de la torta, fue el día que nos fuimos. Ricardo nos dijo que nos coordinaba la camioneta para ir hasta el Aeropuerto de Puerto Princesa. Pagamos $500 filipinos ($250 uruguayos), y allá arrancamos, nosotros 7 y 7 europeos más, con nuestras valijas colgando del techo de la minivan, junto con un filipino que también viajaba en el techo de la camioneta. Cuando llegamos a Puerto Princesa, estaban mugrientas, llenas de tierra, y casi deformes. Ahí nos topamos con la realidad de que la van no nos dejaba en el Aeropuerto de Puerto Princesa, sino que nos dejaba en la terminal de buses. Si queríamos ir al Aeropuerto, teníamos que pagar $100 filipinos más cada uno, o bajarnos y que nos llevara un triciclo-taxi por $150. Al final, luego de putear un poco al conductor, arreglamos que nos llevara por $500 entre todos (en ese momento éramos nosotros 7 y una alemana). La sensación de que te quieren cagar todo el tiempo nos volvió a la cabeza, y sobre todo la imagen de la situación es como lo más negativo: cuando estacionó la van, se acercaron 20, 30 filipinos enseguida como moscas, a ver qué onda nosotros con las valijas, a ofrecernos el triciclo, o solo a chusmear. Se acercó uno vendiendo toallas y lo mandé a cagar, literalmente, porque la rabia me salía por los poros! Casi nos agarramos a las piñas!!!

Al final, el martes 8 de mayo nos estábamos tomando el avión para Hanoi, dejando atrás las playas más hermosas que alguna vez vimos, y con la alerta prendida para cuando nos quieran volver a engatusar, práctica bastante común según dicen, de los países asiáticos para con los turistas.

1 comentario:

  1. Q filipinos malditos!! Al menos ya se van preparando xa Asia... los peores son los egipcios!

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